Por Islem Arellano
Lucas 4:18-19.
Y se le dio el libro del profeta Isaías y habiendo abierto el libro hallo el lugar donde estaba escrito:
El espíritu del Señor está sobre mí por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor.
Siempre decimos que la predicación en la iglesia debe ser Cistocéntrica, pero, ¿qué tanto podemos realmente contemplar a Cristo en la Biblia quienes hacemos uso contante del púlpito de la Iglesia? Mirar a Cristo glorioso como realmente es en toda la Escritura de pasta a pasta es una tarea que requiere de estudio serio y dedicado y de oración constante a Dios para que por amor a su Hijo y a su Iglesia, nos ilumine con la verdad de su Santo Espíritu.
El Señor Jesucristo comenzó su ministerio público en la sinagoga leyendo una porción de lo que ahora para nosotros es el capítulo 61 del profeta Isaías y el evangelio según San Lucas no repara en decirnos que todos los ojos de los espectadores de aquel lugar, estaban fijos en Él debido a que la porción que el Señor había leído ante ellos era la que en Isaías se refiere a la Ley del jubileo (Levítico 25), cuya celebración representaba simbólicamente la liberación del pueblo de Dios. Conviene entonces meditar sobre los siguientes aspectos:
1. No se tienen datos certeros de que esta celebración que se debía realizar cada 50 años realmente se haya llevado a cabo en el pueblo de Israel, pero lo que sí sabemos es que en los tiempos del señor Jesucristo, Judea estaba bajo el dominio del imperio romano y que la adoración a Dios se realizaba en sinagogas que eran edificios hechos especialmente para este fin y que en diferentes ciudades se habían construido para que los judíos en dispersión acudieran a cumplir con el mandato de adorara a Dios como pueblo suyo. Entonces, siendo tributarios de Roma, era muy natural que el pueblo estuviera orando por un libertador del yugo de otra nación y mientras Jesucristo leyó el pasaje aludido, estaba tocando las fibras de la sensibilidad de los anhelos de cada ciudadano de vivir en completa libertad. Es decir, la encarnación del Mesías era el verdadero propósito de la ley del año del jubileo.
2. De acuerdo a la Ley de Dios dada en Sinaí, a su pueblo, la tierra era un regalo que habían recibido directamente de su Señor. Fue Dios quien entregó la tierra a Adán y es Él nuevamente quien se la devuelve a su pueblo con Josué. Es por ello que entre los hebreos, la tierra no era intercambiable, era invendible y solo se transfería por medio de la ley de la herencia. Esta era la razón por la cual el justo Nabot se reusó a entregarle a Acab su viña aunque incluyera el pago del importe o el cambio por una mejor. El año del jubileo era el tiempo en el que la propiedad debía regresar a sus dueños originales, toda deuda debía ser perdonada, ya que Dios nunca estuvo a favor de la esclavitud y el deudor normalmente era considerado esclavo del prestamista.
3. Entonces cuando Cristo, el Hijo eterno de Dios es hecho carne entre los hombres, es el dueño de la tierra proclamando el verdadero tiempo del jubileo, que Jesús llevó a cabo siempre dentro de su ministerio terrenal:
a) Dando buenas nuevas a los pobres en la predicación del Evangelio como el ministerio de la reconciliación con Dios, la extensión de su misericordia y el privilegio mismo de que nuevamente de manos de Dios mismo recibirían la tierra para tomar posesión de ella para la gloria de Dios.
b) Sanando a los quebrantados de corazón. Nuevamente es el Evangelio de Jesucristo el que tiene el poder de restaurar a los quebrantados de corazón. Esto es a su vez un aspecto importante de análisis para quienes suponen puerilmente que existen algunas de las ciencias sociales que aportan herramientas útiles para quienes hacen uso de la consejería, misma que no debe ser otra cosa más que la aplicación del poder del Evangelio para transformar al ser humano en su totalidad y hacerlo una nueva criatura con la Biblia en mano.
c) Pregonando libertad a los cautivos. Aquí está el cumplimiento del propósito del jubileo. Los cautivos del mundo, cualquiera que sea la situación, la buena noticia era que Cristo venía precisamente para hacerlos libres. Aquellos cautivos en las diferentes modalidades del pecado, en Cristo serían y son realmente libres para siempre para adorar a su Dios.
d) Dando vista a los ciegos. Esto señala a los milagros que Jesucristo haría de manera explícita devolviendo la vista de los ciegos como símbolo de que aquel que tiene el poder de poner a los esclavos del pecado en libertad, también es poderoso para abrir los ojos de los ciegos y de quienes no pueden contemplar su gloria como los dos discípulos en el camino a Emaús.
e) Poniendo en libertad a los oprimidos. Este fue el punto donde muchos espectadores de Jesucristo se confundieron esperando de Él la organización de un ejército para tomar de nuevo el control político de la tierra y establecer su trono en la Jerusalén terrenal. Sin embargo para Jesucristo poner en libertad a los oprimidos más bien significaba la explicación de su Ley y su Evangelio y entregarla de nuevo a su pueblo para que con ella discipularan a las naciones y así la libertad de los oprimidos comenzara para gloria de Dios en el ministerio de su Mesías, nuestro Señor Jesucristo.
f) Predicar el año agradable del Señor. Sabemos que la Ley del jubileo no es aplicable como en la antigüedad, así como tampoco lo es la Ley del sacrificio del cordero en el altar. Sino que, a partir de que nuestro Señor Jesucristo vino, el pueblo de Dios ha recibido el Evangelio como un tesoro contenido en vasos de barro para discipular a las naciones y proclamar que estamos viviendo por gracia en Jesucristo el “jubileo” constante de Dios en el cual los quebrantados de corazón, los cautivos del pecado, los oprimidos por el sistema y más, pueden encontrar en el Señor la libertad, la condonación de su deuda delante
de Dios y la posesión de la Tierra de manos de Dios mismo en el nombre de su amado Hijo Jesucristo.
¡Soli Deo Gloria!
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