Uno de los pasajes más dramáticos de la Biblia es
Isaías 1: 10-20, donde el profeta reprende a la Iglesia del Antiguo Testamento,
llamando a sus líderes de príncipes de Sodoma y Gomorra, ciudades famosas por
la devastación e iniquidad. El pueblo de Dios se había corrompido al punto de
que Dios ya no tenía ningún placer en recibir el culto y la adoración que se le
ofrecía. Desgraciadamente, este cuadro de decadencia y corrupción de la Iglesia
de Dios en este mundo se ha repetido muchas veces a través de la historia. En
estos períodos el pueblo de Dios se enfría en su fe, endurece el corazón,
persevera en el pecado y sirve de un pésimo testimonio al mundo.
(1) Tratar
el pecado con seriedad. Nada arruina más rápidamente la vida espiritual
de una comunidad que permitir que los pecados de sus miembros permanezcan sin
ser tratados como deberían. Leemos en la Biblia que cuando Acán desobedeció a
Dios, toda la comunidad sufrió las consecuencias. Nuestros pecados no son
problema: pero nuestros pecados ocultos, escondidos, no confesados,
arrepentidos, se constituyen un tropiezo espiritual, que entristece al Espíritu
de Dios, y se extiende por la Iglesia envenenando las buenas costumbres y la fe.
(2) Velar por la sana
doctrina. La verdad salva y edifica a la Iglesia, pero la mentira es su
ruina. El error religioso envenena las almas y desvía al pueblo de los caminos rectos
de Dios. El Señor Jesús criticó severamente a la Iglesia de Pérgamo por ser demasiado
tolerante para con los falsos maestros que infestaban a la comunidad con falsas
enseñanzas (Apocalipsis 2.14-15). De la misma manera, reprendió a la Iglesia de
Tiatira por tolerar a una mujer llamada Jezabel, que se llamaba profetiza, y
que enseñaba a los miembros de la Iglesia a practicar la inmoralidad
(Apocalipsis 2:20). Debemos ser pacientes y tolerantes, pero nunca al precio de
comprometer la enseñanza clara del Evangelio.
(3) Caminar cerca del Señor
de la Iglesia. Es Dios quien nos mantiene firmes y puros. La Biblia
dice que si nos acercamos a Dios, él se acercará a nosotros. La Biblia también
nos enseña que Dios estableció los medios por los cuales podemos estar en
continua comunión con Él. Estos medios son: los cultos públicos, las oraciones
y devociones en particular, la lectura y la meditación en las Escrituras, la
participación regular en la Cena del Señor. Los cristianos que dejan de usar
estos medios acaban por decaer espiritualmente, como una brasa que es alejada
de la hoguera y luego pierde su calor. La negligencia de estos medios de gracia
abre la puerta para la acelerada decadencia espiritual y moral de una Iglesia.
(4) Estar
abierto para reformarse. El lema de las Iglesias que nacieron de la
Reforma fue "Eclesia Reformata
Semper Reformanda". Es decir, la Iglesia debe siempre estar abierta para
ser corregida por Dios, arrepentirse de sus pecados y reformarse de acuerdo con
la enseñanza de las Escrituras. En las cartas que envió a las iglesias de Asia
Menor a través del apóstol Juan, el Señor Jesús mandó a las que estaban equivocadas
a que se arrepintieran y regresaran a los rectos caminos de Dios (Apocalipsis
2.5,16,21, 3.3,19). Necesitaban ser reformadas y cambiar lo que estaba mal. Hay
un gran peligro para una iglesia cuando se cierra en sí misma, y deja de oír
la voz de su Señor, que desea corregirla y traerla de vuelta a los caminos del
Evangelio.
Estas
medidas deben también ser aplicadas a nosotros, individualmente. Deberíamos
procurar evitar la decadencia espiritual de nuestra práctica religiosa,
manteniendo encendida la llama de la fe por la frecuencia regular a los cultos,
por la lectura diaria de la Biblia, por una vida de oración y comunión con
otros hermanos. Desgraciadamente, por descuidar en su vida espiritual, muchos
cristianos están contribuyendo para debilitar el testimonio de las iglesias en
el mundo.
Traducción: AI. Lenin MDS
[Julio 2017]
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