Por Rev. Mauro Meister
En Mateo 16 tenemos el relato de un diálogo entre
Jesús y sus discípulos durante un "retiro espiritual" que hicieron
por las "región de Cesárea de Filipo" (v. 13). A pesar de las
multitudes, de las controversias con los fariseos, con otros adversarios, y de
las suplicas diarias que recibía de todo alrededor, el Señor llama a los que
estaban más cerca a la reflexión, con la intención de mostrarles algunos de los
fundamentos sobre los cuales "su iglesia" continuaría y se afirmaría sobre
la faz de la tierra.
Con la excelencia pedagógica que siempre es evidente en los Evangelios, nuestro Señor comienza su lección sobre los fundamentos de la Iglesia con una pregunta que va a llevar a otra: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?". Ciertamente, la simple invocación del nombre "Hijo del Hombre" haría que los discípulos reflexionaran acerca de las más diversas conversaciones y discusiones acaloradas, surgidas después de las lecturas de los textos de la Torá los sábados en la Sinagoga. ¿Quién es el "Hijo del Hombre" según los Salmos o Daniel, o incluso en la forma en que la expresión es empleada para llamar al profeta Ezequiel? ¿Quién es aquel a quien tanto esperamos?, era la pregunta que estaba en el aire.
La respuesta estaba lista, revelando que había
algunas principales corrientes de interpretación entre los doctos, estas corrientes
que se extendían en la opinión del pueblo: Juan el Bautista, Elías, Jeremías o
alguno de los profetas... (v. 14). El pueblo no sabía que el Hijo del Hombre ya
andaba entre ellos desde hace unos 30 años, y muy pocos lo reconocieron, entre
ellos algunos ciegos, justamente para mostrar que el verdadero problema de la
humanidad no es la ceguera física, sino la ceguera espiritual.
Continuando con su sutil y certera pedagogía, Jesús
hace, entonces, la pregunta que realmente interesa: " Y vosotros, ¿quién
decís que soy yo?" (v. 15). Observe la asociación inmediata: "el Hijo del Hombre" y quien " soy yo”. Aquí está la
primera lección directa: Jesús es el Hijo del Hombre anunciado en el Antiguo
Testamento.
Como es usual, Pedro sale al frente a dar la
respuesta. Es típico de Pedro adelantarse en hablar y actuar. Y la respuesta de
Pedro es directa: "Tú eres el
Cristo, el Hijo del Dios viviente" (v. 16). La respuesta está cargada
de conceptos teológicos fundamentales que provienen de los textos de la Ley, de
los Salmos y de los Profetas. En resumen, Pedro hace una asociación teológica al
decir que el Hijo del Hombre es el mismo Mesías, que es el Cristo y que éste es
el Hijo del Dios viviente, y, al final, ese hombre era aquel que estaba ante
sus propios ojos en la región de Cesárea de Filipo. A partir de esta realidad,
aprendemos algunos principios importantes en el diálogo que se desarrolla.
El Principio
de la Revelación
En la respuesta del diálogo, Jesús muestra,
entonces, el primer gran fundamento sobre el que su iglesia está cimentada: la
iluminación del Espíritu Santo sobre la Revelación, o cómo llamaré aquí, el
Principio de la Revelación. El Señor Jesús dice que no fue carne o sangre que
hicieron que Pedro reconociera esta verdad revelada en las Escrituras y ahora
expuesta ante sus propios ojos, por el mismo Dios. Esta es una de las
diferencias fundamentales entre el cristianismo y otras religiones. La
revelación que viene de parte de Dios y que corresponde a la realidad de los
hechos. Jesús es aquel que la Escritura dice que es. Jesús es aquel que él
mismo dice ser. ¡Jesús es aquel que Dios dice que es! Aquí tenemos tres ideas
básicas. Primero, que la revelación pasada se cumple en Cristo, después de
todo, él es el Mesías prometido. Segundo, que la revelación presente, en la
encarnación del Hijo del Dios viviente, es superior. No en el sentido de que la
revelación dada anteriormente fuera imperfecta, sino que ahora, es completa y
plena. Todo lo que Dios quiso revelar y mostrarnos en su Hijo (Heb 1,3, Jn
1.18). Y tercero, aprendemos que la iluminación individual es fundamental. El
versículo 17 nos enseña que Dios reveló a Pedro esta verdad. Los escribas,
fariseos y todos los estudiosos de la época tenían las mismas fuentes que Pedro
tenía, pero fue Pedro quien conectó los puntos de la revelación pasada con la
revelación presente ante sus ojos. Esta misma verdad es viva hoy cuando, por la
iluminación del Espíritu Santo, percibimos en la Escritura la verdad de Dios. Creer
en la revelación de la Palabra de Dios es una bienaventuranza: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás".
Sobre esta revelación es que la fe de la Iglesia debe estar fundamentada.
El Principio
de la Edificación
La respuesta de Jesús a Pedro comenzó con un
intercambio de palabras: tú dices que yo soy el Cristo, y yo digo, Simón Barjonas
(Simón hijo de Jonás), que tú eres piedra (el significado del nombre de Simón,
Pedro). Jesús usa de este juego de palabras para traer a la luz una de las
verdades más importantes acerca de la fe de la Iglesia: "Sobre esta piedra edificaré mi iglesia" (v. 18).
El catolicismo romano inmediatamente interpretó el
juego de palabras, Pedro y piedra, como que era la misma palabra y con base en
esto construyó la doctrina del papado, siendo Pedro el primero de esta supuesta
sucesión. Pero aquí hay una falacia. Cuando Jesús dice "esta piedra",
no se refiere a Pedro, sino a la verdad pronunciada por Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente".
Es sobre esta verdad que la Iglesia subsistirá, pues es la obra del Hijo de
Dios. El mismo Pedro, reflexionando sobre esta verdad, nos habla en su primera
epístola: "Por lo cual también
contiene la Escritura: He aquí,
pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; Y el que
creyere en él, no será avergonzado." (1Pe
2.6).
La gran lección aprendida aquí es que la Iglesia de
Jesús nunca podrá ser edificada sobre fundamentos humanos. Siempre que
interferimos y nos colocamos en el lugar del fundamento verdadero encontramos
ante nosotros una iglesia falsa, travestida e irreconocible como iglesia de
Cristo.
El Principio
de la Propiedad
De la misma forma que la iglesia no puede tener
fundamentos establecidos por hombres, ella no puede tener hombres como sus
propietarios! Al final del verso 18, el Señor Jesús usa la expresión "mi iglesia". La iglesia es de
Él, su novia, por lo cual Él tiene verdadero celo y compromiso. Con base en
esta verdad es que son hechas muchas promesas a la Iglesia, entre ellas, que va
a presentarla sin mancha y sin arruga.
El Señor sabe que es necesario cumplir toda su obra
por la Iglesia para que pueda rescatarla de forma completa. Por eso muestra a
sus discípulos: "Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus
discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos,
de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al
tercer día." (. v. 21). Él dice "mi iglesia" porque Él es el único dueño de ella, trabajó
hasta la muerte para que pudiera comprarla con su sangre y nadie más puede reclamar
posesión sobre ella y sus miembros. La Iglesia de Jesús no existiría como tal
sin su muerte y resurrección, lo que le da completa posesión de ella.
El Principio
de la Autoridad
Por último, podemos percibir el principio de la
autoridad de Cristo sobre su Iglesia. Para demostrar este principio tenemos, en
primer lugar, la afirmación de esta autoridad: "Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella"
(v.18b). El concepto es, en cierto modo, muy simple: el hecho de que la Iglesia
tenga la autoridad de la revelación de Dios, ser propiedad y obra de Cristo, no
hay nada en este mundo, ni en el mismo infierno, que pueda colocarse contra ella y
vencer. Así, la verdadera Iglesia de Cristo no tiene que temer; no hay poderes
que puedan destruirla, porque pertenece a Cristo. Por otra parte, oponerse a la
obra de Cristo en la Iglesia es obra de Satanás y es por esto que Pedro es
reprendido severamente al oponerse, cuando se dijo que era necesaria la muerte
y resurrección del Señor.
Por otra parte, la verdadera Iglesia trabaja como
una agencia del cielo aquí en la tierra. El Señor afirma: "Te daré las llaves del reino de los cielos, lo que atares en la
tierra será atado en los cielos, y lo que desatares en la tierra será desatado
en los cielos" (v.19). Vea que el texto es muy claro en decir que el
orden de la acción de atar y desatar comienza en el cielo y es implementado en
la tierra por la Iglesia. Creo que aquí tenemos la enseñanza clara, sumado al
contexto de Mateo 18.15-18, donde aparece la misma expresión, que la Iglesia
tiene la obligación de admitir y dimitir a aquellos que no se preocupan de las
cosas de Dios. La Iglesia tiene la responsabilidad de abrir y cerrar la puerta
para que las "puertas del
infierno" no operen dentro de ella. Por lo tanto, la Iglesia en la
tierra debe vivir buscando cumplir la voluntad soberana del Padre del cielo.
¿Y cómo,
después de todo, esta fe debe ser vivida aquí en la tierra?
“Entonces Jesús dijo a sus
discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su
cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el
que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al
hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el
hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su
Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. De
cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la
muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino."(16.24-28).
Lo que el texto nos muestra es que la vida de fe en
la iglesia debe vivirse en torno a la cruz! Es, ciertamente, una vida de
negación de los patrones de la individualidad egoísta para vivir los patrones
de la vida del bienaventurado. De la misma manera como era necesario que el
Señor fuera a Jerusalén para pasar por la cruz, el cristiano toma su cruz y
sigue a Jesús hacia los pasos de la resurrección.
__________________________
- Sobre el autor:
Dr. Mauro Meister es graduado del Seminario
Presbiteriano del Sur. Hizo maestría en Teología Exegética del Antiguo
Testamento en el Covenant Theological Seminary y doctorado en Lenguas
Semíticas, con especialización en hebreo, en la Universidad de Stellenbosch, en
Sudáfrica. Es pastor de la Iglesia Presbiteriana Barra Funda, en São Paulo,
presidente del Consejo de Educación Cristiana y Publicaciones de la Iglesia
Presbiteriana de Brasil y miembro del Consejo Editorial de la Cultura Cristiana
(Casa Editora Presbiteriana). Actúa en el campo de la educación básica como Director
Ejecutivo de la Asociación Internacional de Escuelas Cristianas (ACSI). Es
autor del libro "Ley y Gracia" (2003) y de artículos en la revista
Fides Reformata, de la que es co-editor.
Traducción al Español: AI. Lenin MDS
Fuente: http://bereianos.blogspot.mx/
No hay comentarios:
Publicar un comentario