Por Rev. Hermisten Maia Pereira
da Costa
El trabajo puede ser definido como el esfuerzo físico o intelectual con miras a un determinado fin. La palabra "trabajo" viene del latín vulgar tripaliare: torturar con tripalium. Esto se deriva de tripalis, cuyo nombre proviene de su propia constitución gramatical: tres y Palus (palo, madera, leño), que significaba el instrumento de tortura de tres palos. La idea de tortura evolucionó, tomando el sentido de "esforzarse", "trabajar", "obrar" [1]
Aparte de la
etimología, debemos observar que el trabajo presenta las siguientes
características:
a) implica
el uso de energía con el propósito de vencer la resistencia ofrecida por el
objeto que se quiere transformar - intencionalmente.
b) El
trabajo se propone siempre una transformación.
c) Todo el
trabajo está vinculado a una necesidad, externa o interna.
d) Todo
trabajo trae como presupuesto fundamental, el concepto de que el objeto sobre
el cual se trabaja, de algún modo, puede perfeccionarse mediante el empleo de
determinada energía - esfuerzo y perseverancia.
En la Edad Media, hay de alguna manera, un retorno a la idea griega de considerar el trabajo - en sentido manual, (banausi/a) (banausia), "trabajo manual" como algo degradante para el ser humano, [2] e inferior a la (sxolh /) (Schole), al ocio, descanso, reposo, a la vida contemplativa y ociosa (sxola/zw) (scholazõ), por un lado, y a la actividad militar por el otro. En la visión de Santo Tomás de Aquino (1225-1274), el trabajo era como máximo, considerado "éticamente neutro". [3] Según la iglesia romana, "la finalidad del trabajo no es enriquecerse, sino conservarse en la condición en que cada uno nació, hasta que de esta vida mortal, pase a la vida eterna. La renuncia del monje es el ideal a la que toda la sociedad debe aspirar. Procurar riqueza es caer en el pecado de la avaricia. La pobreza es de origen divino y de orden providencial," interpreta Pirenne. [4]
En la Edad Media, hay de alguna manera, un retorno a la idea griega de considerar el trabajo - en sentido manual, (banausi/a) (banausia), "trabajo manual" como algo degradante para el ser humano, [2] e inferior a la (sxolh /) (Schole), al ocio, descanso, reposo, a la vida contemplativa y ociosa (sxola/zw) (scholazõ), por un lado, y a la actividad militar por el otro. En la visión de Santo Tomás de Aquino (1225-1274), el trabajo era como máximo, considerado "éticamente neutro". [3] Según la iglesia romana, "la finalidad del trabajo no es enriquecerse, sino conservarse en la condición en que cada uno nació, hasta que de esta vida mortal, pase a la vida eterna. La renuncia del monje es el ideal a la que toda la sociedad debe aspirar. Procurar riqueza es caer en el pecado de la avaricia. La pobreza es de origen divino y de orden providencial," interpreta Pirenne. [4]
Incluso en
la Edad Media, la posición que ocupaba el trabajo estaba regido por la división
gradual de su importancia social: Oradores (eclesiásticos), Defensores
(guerreros) y Labradores (agricultores). De esta forma, los eclesiásticos,
en sus meditaciones y contemplaciones "teológicas" es que tenían
prioridad, ocupando un lugar prominente. Biéler comenta: "El trabajo,
especialmente el trabajo creador de bienes y riqueza, el trabajo manual, si no decayó
más hasta el nivel de trabajo indigno de la Antigüedad, fue, sin embargo,
considerado como una necesidad temporal despreciable en relación con los
ejercicios piadosos. Y aquellos que se dedicaban a las actividades económicas y financieras,
los negociantes y banqueros, eran particularmente despreciados. "[5]
No nos
corresponde aquí analizar la historia de la filosofía del trabajo, sin embargo,
debemos mencionar, que la Reforma rescató el concepto cristiano de trabajo.
En la ética
del trabajo, Lutero (1483-1546) y Calvino (1509-1564) concordaban en cuanto a
la responsabilidad que tenía el hombre de cumplir su vocación a través del
trabajo. No hay lugar para la ociosidad. Con esto, no se quiere decir que
el hombre deba ser un activista, sino que el trabajo es una "bendición de
Dios". Lutero tuvo una influencia decisiva, cuando tradujo al alemán el Nuevo
Testamento (1522), empleando la palabra "beruf" para trabajo, en
lugar de "arbeit". "Beruf", acentúa más el aspecto de
vocación que el de trabajo propiamente dicho. Las traducciones posteriores,
inglesas y francesas, tendieron a seguir el ejemplo de Lutero. La idea que
se fortaleció, es que el trabajo es una vocación divina. [6] Calvino,
dice: "Si seguimos fielmente nuestro llamamiento divino, recibiremos el
consuelo de saber que no hay trabajo insignificante o repugnante que no sea
verdaderamente respetado e importante ante los ojos de Dios." [7]
Calvino
defendió tres principios éticos fundamentales: Trabajo, Ahorro y Moderación.
[8] Cabe señalar que el ahorro debía tener siempre el sentido social. [9] Comentando 2
Co 8: 15, dice: "Moisés amonesta al pueblo debido a que por algún tiempo
había sido alimentado con el maná, para que supiera que el ser humano no es
alimentado por medio de su propia industria y labor, sino por la bendición de
Dios. Así, en el maná vemos claramente como si fuera, en un espejo, la imagen
del pan ordinario que comemos. (...) El Señor no nos prescribió un ômer o
cualquier otra medida para el alimento que tenemos cada día, pero Él nos
recomendó la Moderación y la templanza, y prohibió que el hombre se exceda a
causa de su abundancia. Por eso, aquellos que tienen riquezas, sea por herencia o por conquista
de su propia industria y labor, deben recordar que el excedente no debe ser
usado para el exceso o lujuria, sino para aliviar las necesidades de los hermanos. (...) Así
como el maná, cuando era acumulado como exceso de codicia o falta de fe,
quedaba inmediatamente petrificado, así tampoco debemos alimentar dudas de que
las riquezas que se acumulan a expensas de nuestros hermanos son malditas, y
luego perecerán y su poseedor será arruinado junto con ellas, de modo que no debemos
imaginar que la forma de crecer sea haciendo provisiones para un futuro lejano
y privando a nuestros hermanos pobres de aquella ayuda que ellos necesitan."[11]
Para Calvino
la riqueza residía en no desear más de lo que se tiene y la pobreza, lo
opuesto. [12] Por su parte, también entendía que la prosperidad podía ser una trampa
para nuestra vida espiritual: "Nuestra prosperidad es semejante a la
embriaguez que adormece las almas." [13] "Aquellos que se aferran a
la adquisición de dinero y que usan la piedad para lograr ganancias, se vuelven
culpables de sacrilegio." [14] De ahí que, para nuestro bien, el Señor nos
enseñe a través de varias lecciones la vanidad de esta vida. [15] Comentando
el Salmo 62: 10, dice: "Poner el corazón en las riquezas significa más que
simplemente codiciarlas. Implica ser arrebatado por ellas para nutrir una falsa confianza. (...) Invariablemente
se observa que la prosperidad y la abundancia engendran un espíritu altivo,
llevando prontamente a los hombres a nutrir presunción en su comportamiento
ante Dios, y se precipitan al lanzar injuria contra sus semejantes. Pero, en
realidad el peor efecto a temer en un espíritu ciego y desgobernado de este
género es que, en la intoxicación de la grandeza externa, somos llevados a
ignorar cuán frágiles somos, y cuán soberbia e insolentemente nos exaltamos
contra Dios. [16] En otro lugar: "Cuanto más liberalmente trate Dios a
alguien, más prudentemente debe vigilar no ser atrapado en tales redes."
[17] "Cuando depositamos nuestra confianza en las riquezas, en realidad
estamos transfiriendo a ellas las prerrogativas que pertenecen exclusivamente a
Dios. "[18] Nuestra riqueza está en Dios, Aquel que soberanamente nos
bendice. [19] Por lo tanto, "... es una tentación muy grave, es decir, evaluar a
alguien, el amor y el favor divino según la medida de la prosperidad terrenal
que alcanza." [20] En cuanto al dinero, como todo lo que tenemos proviene
de Dios, "El dinero en mi mano lo tengo como mi acreedor, siendo yo, como
de hecho soy, su deudor." [21] Siempre somos integralmente dependientes de
Dios: "Un verdadero cristiano no debe atribuir ninguna prosperidad a su
propio esfuerzo, trabajo o buena suerte, sino que antes que todo debe tener
siempre presente que Dios es quien prospera y bendice. "[22]
Max Weber
(1864-1920) al analizar el progreso económico protestante, no logró captar este
aspecto fundamental en el protestantismo, que enfatiza el trabajo, no simplemente
por el deber o vocación, como Weber entendió, sino para la gloria de Dios; este es el
factor preponderante, que escapó a su comprensión. [23]
Las
Escrituras nos enseñan que Dios nos creó para el trabajo (Gn. 2: 8, 15). El trabajo,
por lo tanto, forma parte del propósito de Dios para el ser humano, siendo
objeto de satisfacción humana: "Sale el sol, (...) sale el hombre a su labor,
y a su labranza hasta la tarde" (Sal 104.22-23). En la
concepción cristiana, el trabajo dignifica al hombre, por eso el cristiano debe
estar motivado a pesar de su bajo salario o del reconocimiento humano; aunque las
Escrituras también observan que el trabajador es digno de su salario (Lc 10.7). El trabajo
debe entenderse como una ofrenda hecha a Dios, independientemente de los
señores terrenales; de este modo, lo que de hecho importa, no es el trabajo en sí, sino el
espíritu con el que se hace; la dignidad debe permear todas nuestras obras, ya
que las realizamos para el Señor. La rendición de cuentas de
nuestro trabajo deberá ser hecha a Dios; es Él con su escrutinio perfecto
y eterno quien juzgará las obras de nuestras manos, de ahí la recomendación del
Apóstol Pablo:
“Y
todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del
Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. (...) Siervos, obedeced en todo a
vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a
los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y
todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los
hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia,
porque a Cristo el Señor servís. Más el que hace injusticia, recibirá la
injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas. Amos,
haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también
vosotros tenéis un Amo en los cielos."(Col. 3: 17, 22-4: 1) (Vd. Ef. 6: 5-9).
Por lo
tanto, no hay excusas para el abandono del trabajo, incluso en nombre de un
motivo supuestamente religioso (1Ts 4: 9-12 / Ef 4: 28, 1Tim 5: 11-13).
Un
comentarista bíblico, resume bien el espíritu cristiano del trabajo, afirmando:
"El trabajador debe hacerlo como si fuera para Cristo. Nosotros no
trabajamos por el pago, ni por ambición, ni para satisfacer a un amo terrenal. Trabajamos
de tal manera que podamos tomar cada trabajo y ofrecerlo a Cristo. "[24]
(Vd. 1Tm 6: -2).
Lamentablemente,
el concepto Protestante del trabajo, en el pensamiento moderno, fue
secularizado, abandonando poco a poco la concepción religiosa que le daba
soporte, convirtiéndose ahora en una cuestión de racionalidad, no
necesariamente de "vocación" o de "glorificación a Dios". Se perdió la
"infraestructura", se quedó sólo con la "superestructura."
[25]
El hombre es
un ser que trabaja. Su mano es un arma "científica", instrumento exclusivo,
incomparable de construcción, reconstrucción y transformación. Es parte de
la esencia del hombre trabajar. El hombre es un artífice que construye, transforma,
modifica; su vida es un eterno devenir, que se realiza en el hacer como expresión
de su ser... El ser como no puede limitarse al simple hacer, está siempre en
busca de nuevas creaciones, que involucran trabajo. Sucede, que
si el hombre es lo que es, su trabajo revela parte de su esencia. La
"originalidad" de su trabajo será una consecuencia natural de su
autenticidad. El hombre se autentifica en su acto constructivo. El trabajo
debe ser visto primariamente como un privilegio, un compartir de Dios con el
hombre en la preservación de la Creación (Gn 2,15). Por eso,
nunca podremos tener como meta de la sociedad, la ausencia del trabajo. Dejar de
trabajar, significa dejar de utilizar parte de su potencia, equivale a dejar
parcialmente de ser hombre; en otras palabras, sería una inhumanidad.
Algunas
conclusiones:
Todos somos
llamados al trabajo. Sabemos que en el cumplimiento de nuestra vocación estamos sirviendo
primero a Dios. Sin embargo, eso no nos debe volver presas ingenuas de manipulaciones y
explotaciones. Debemos trabajar dignamente y luchar por nuestros derechos dentro de lo
que permite la ley, siempre que ésta no entre en conflicto con las Escrituras. Buscar un
lugar mejor donde podamos realizar de manera más eficiente nuestro trabajo y
una mejor remuneración, no entra en conflicto con las Escrituras; sin embargo,
el que no se reconozca nuestro trabajo nunca podrá servir de pretexto para
nuestra baja calidad. Siempre estamos sirviendo a Dios.
Para
nosotros los Reformados, el trabajo es
una de las bendiciones de Dios. En un país como el nuestro con alta tasa de
desempleo, debemos de forma aún más vehemente agradecer a Dios por el trabajo
que tenemos.
La manera en
que trabajamos refleja nuestra vida espiritual (Ef. 6.5-7). Recordemos
también que guardar el día de
"reposo" es precedida por seis días de trabajo (Ex 20.9). El descanso
es para quien trabaja.
Por su
parte, los patrones y jefes cristianos que viven en el Espíritu, por cierto, no
se aprovechan de su autoridad para presionar a los que están bajo sus órdenes,
valiéndose del hecho de que hay más demanda que oferta de empleo, con el fin de
amenazarlos, menospreciarlos o tratarlos indignamente como si fueran sólo una
herramienta humana desechable. La justicia divina (Is 64.6) debe ser la tónica de
la relación patrón-empleado y empleado-patrón. La base para esta relación, es la
certeza de que, seamos empleados o seamos patrones, todos tenemos el mismo
Señor en el cielo (Ef 6.9, Cl 4.1). La posibilidad real de esta
práctica está en el hecho de ser guiados y capacitados por el Espíritu Santo.
NOTAS:
[1] Cf. Trabajo:
In: José Pedro Machado, Diccionario Etimológico de la Lengua Portuguesa,
Lisboa, Confluencia, 1956, II, p. 2098; Trabajar: en: Aurelio B.H. Ferreira, Nuevo
Diccionario de la Lengua Portuguesa, 2ª ed. rev. aum. Rio de Janeiro, Nueva Frontera,
1986, p. 1695; Antonio Geraldo da Cunha, Diccionario Etimológico Nueva Frontera
de la Lengua Portuguesa, 2ª ed. Rio de Janeiro, Nueva Frontera, 1991, p. 779;
Trabajar: In: J. Corominas, Diccionario Crítico Etimológico de la lengua
Castellana, Madrid, Editorial Gredos, (1954), Vol. 4, p. 520-521; Trabajo: In:
Antonio Houaiss, ed. Enciclopedia Mirador Internacional, São Paulo,
Enciclopedia Británica do Brasil, 1987, Vol. 19, p. 10963-10964.
[2] banausi / a (banausia) está asociada con la "vida
y hábitos de un mecánico"; metafóricamente se aplica a "mal gusto" y
"vulgaridad". (Vd. Liddell y Scott,
Greek-English Lexicon, Oxford, Clarendon Press, 1935, página 128b).
[3] Vd. Max Weber,
La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, San Pablo, Pionera, 1967,
p. 52ss.
[4] H.
Pirenne, Historia Económica e Social da Edad Media, 6ª ed. São Paulo, Mestre
Jou, 1982, p. 19.
[5] André
Biéler, La Fuerza Oculta de los Protestantes, São Paulo, Editora Cultura
Cristiana, 1999, p.
118. Vd. Jacques Le Goff, Mercaderes e Banqueros de la Edad Media, São Paulo,
Martins Fontes, 1991, passim.
[6] Vean,
Max Weber, La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, p. 52 (y las
notas correspondientes); André Biéler, El
Pensamiento Económico e Social de Calvino, São Paulo, Casa Editorial
Presbiteriana, 1990, p. 628; Sérgio Buarque de Holanda, Raíces de Brasil, 21ª
ed. Rio de Janeiro, José Olympio Editora, 1989, p. 114.
[7] Juan
Calvino, La Verdadera Vida Cristiana, San Pablo, Nuevo Siglo, 2000, p. 77.
[8] Es interesante
notar que en 1513, N. Maquiavelo (1469-1527), en su obra El Príncipe, dedicada
a Lorenzo de Médici, dice: "... un príncipe debe gastar poco para no ser obligado
a robar a sus súbditos; para poder defenderse; para no empobrecer, haciéndose despreciable; para no ser
forzado a convertirse en rapaz; y le dé poco cuidado la pecha del pobre; porque ese
es uno de los defectos que le impiden la posibilidad de reinar bien. "[N. Maquiavel, El
Principe, Sao Paulo, Abril Cultural, (Los Pensadores, Vol. IX), 1973, p. 72]. (Los
corchetes son míos).
[9] Vd. Por
ejemplo, J. Calvino, Las Instituciones, III.7.5-6; III.10.4-5; (1 Co 8), p.
Ej., Exposición de 2 Corintios, San Pablo, Paracletos, 1995, (2 Co 8), p. 165ss
.; André Biéler, El Pensamiento Económico y Social de Calvino, p. 643. (Vea
también Hermisten M. P. Costa, Las Cuestiones Sociales y la Teología
Contemporánea, Sao Paulo, 1986. En cuanto a la acción practica de los conceptos
de Calvino en Ginebra, Vd. Alderi Souza de Matos, Juan Calvino y el Diaconado en Ginebra: en: Fides
Reformata, 2/2 (1997), p. 61-68; Ronald S. Wallace, Geneva and
the Reformation, Grand Rapids, Michigan, Baker Book House/Scottish Academic
Press, 1990, passim.
[10] Ver:
Juan Calvino, La verdadera vida cristiana, p. 33, 75; Juan
Calvino, Las Pastorales, San Pablo, Paracletos, 1998, (1Tm 6.8), p. 169; Juan
Calvino, La Institución, III.10.4.
[11] Juan
Calvino, Exposición de 2 Corintios, (2 Co 8.15), p. 177. Vd.
También, Juan Calvino, El Libro de los Salmos, San Pablo, Paracletos, 1999,
Vol. 1, p. 45. Comentando el Salmo 68, Calvino observa que el Dios de la gloria es
también el Dios misericordioso; en seguida observa la actitud pecaminosa común de
los hombres: "Generalmente distribuimos nuestras atenciones donde
esperamos nos sean retribuidas. "Damos preferencia a la posición y al esplendor,
y despreciamos o descuidamos a los pobres." (Juan Calvino, El Libro de los
Salmos, San Pablo, Paracletos, 1999, San Pablo, Paracletos, 1999, Vol. 2, (Sal
68.4-6), p. 645].
[12] "Confieso, de hecho, que no soy pobre; pues no
deseo más allá de lo que poseo. "(Juan Calvino, El Libro de los Salmos,
Vol. 1, p. 46). "Nuestra codicia es un abismo insaciable, a menos que sea
restringida; y la mejor forma de mantenerla bajo control es no desear nada más allá
de lo necesario que es impuesto en la vida presente; porque la
razón por la cual no aceptamos ese límite está en el hecho de que nuestra
ansiedad abarca mil y una existencias, las cuales en balde soñamos sólo para
nosotros. "(Juan Calvino, Las Pastorales, (1Tm 6.7), p. 168].
[13] Juan Calvino, El Uso Adecuado de la Aflicción: en: Sermones Sobre
Job, Jenison, Michigan, TELL, 1988, (Sermón nº 19), p. 227. Véase
también: Juan Calvino, El Libro de los Salmos, Vol. 1, (Sal. 30.6), p. 631; Las
Pastorales, (1Tm 6.17), p. 181.
[14] Juan
Calvino, Las Pastorales, (1Tm 6: 6), p. 168. "Todos los que tienen
el ambicioso objetivo de adquirir riquezas se entregan al cautiverio del
diablo" (Juan Calvino, Las Pastorales, (1Tm 6: 8), p. 169].
[15] Vd. Juan
Calvino, La Verdadera Vida Cristiana, p. 60.
[16] Juan
Calvino, El Libro de los Salmos, San Pablo, Paracletos, Vol. 2, (Sal. 62.10),
p. 580.
[17] Juan
Calvino, El Libro de los Salmos, Vol. 1, (Sal 30.6), p. 633.
[18] Juan
Calvino, Las Pastorales, San Pablo, Paracletos, 1998 (1Tm 6.17), p. 182.
[19]
"... la gloria de Dios debe resplandecer siempre y nítidamente en todos
los dones con los que Dios se agrada en bendecirnos y en adornarnos. De suerte
que podemos considerarnos ricos y felices en Él, y en ninguna otra fuente.
"(Juan Calvino, El Libro de los Salmos, Vol. 2, (Sal 48.3), p. 356].
[20] Juan
Calvino, El Libro de los Salmos, Vol. 1, (Sal 17.14), p. 346.
[21] Juan
Calvino, El Libro de los Salmos, Vol. 2, (Sal 56.12), p. 504.
[22] Juan
Calvino, La Verdadera Vida Cristiana, p. 42.
[23] Vd.
Christopher Hill, El Elegido de Dios: Oliver Cromwell y la Revolución Inglesa,
São Paulo, Compañía de las Letras, 1988, p. 195ss.
[24] William
Barclay, El Nuevo Testamento, Buenos Aires, La Aurora, 1973, Vol. 11, p. 176.
[25] Biéler
hace una investigación relevante: "La íntima interpenetración de la
Reforma y del Renacimiento contribuyó ampliamente a su promoción en Occidente. Pero el
materialismo y las ideologías que surgieron por la secularización del
pensamiento, en el curso de los siglos subsiguientes, acabaron por hacer creer
que una civilización erradicada de sus raíces espirituales lograría producir
espontáneamente todos esos valores. Estas ideologías sustitutivas
proliferaron. (...) Todas estas ideologías, que tomaron el lugar de la fe cristiana,
se convirtieron en creencias que, una vez disipadas, dejaron en Occidente y en
el mundo actual un vacío espiritual, y muchas veces una desesperación, que se
muestra favorable a toda suerte de novedades inflamadas por la demagogia
religiosa, filosófica o política. "(André Biéler, La Fuerza Oculta de los
Protestantes, 54-55).
Sobre el
autor: Rev. Hermisten Maia Pereira da Costa, Es pastor de
la Iglesia Presbiteriana Ebenezer, Osasco, SP y Profesor de Teología
Sistemática y Filosofía en el Seminario Presbiteriano Rev. José Manoel da
Conceição, Sao Paulo, Capital.
Traducción al Español: AI. Lenin Méndez
18.12.17
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