Por
Mario Cely
Debemos decir sin
temor a equívocarnos que el marxismo y las distintas ideas del comunismo y del
socialismo anidaron en suelo latinoamericano con gran virulencia por una razón
que bien podemos llamar fundamental: porque el protestantismo —y sus muchas
variantes— no descifró en el pasado y tampoco hoy, la dialéctica histórica que
dio vida a la antropología cultural que implica el hecho político, social y
religioso de nuestros pueblos. Pero el marxismo-leninista latinoamericano sí ha
entendido dicha dialéctica. Aquí, podríamos decir, radica el éxito de los comunistas,
porque han sabido emplear de forma astuta la herramienta del marxismo ateo y
materialista, una especie de “evangelio” o instrumento capaz de convencer a
multitudes que aguardan con fe religiosa y esperanza un futuro mejor en este
mundo y no en el más allá. Y claro, esto es ¡propaganda! Propaganda que produce
resultados.