Por
Mario Cely
Debemos decir sin
temor a equívocarnos que el marxismo y las distintas ideas del comunismo y del
socialismo anidaron en suelo latinoamericano con gran virulencia por una razón
que bien podemos llamar fundamental: porque el protestantismo —y sus muchas
variantes— no descifró en el pasado y tampoco hoy, la dialéctica histórica que
dio vida a la antropología cultural que implica el hecho político, social y
religioso de nuestros pueblos. Pero el marxismo-leninista latinoamericano sí ha
entendido dicha dialéctica. Aquí, podríamos decir, radica el éxito de los comunistas,
porque han sabido emplear de forma astuta la herramienta del marxismo ateo y
materialista, una especie de “evangelio” o instrumento capaz de convencer a
multitudes que aguardan con fe religiosa y esperanza un futuro mejor en este
mundo y no en el más allá. Y claro, esto es ¡propaganda! Propaganda que produce
resultados.
Los desarrollos
históricos del protestantismo en suelo latinoamericano. Consecuentemente,
una mirada a los desarrollos históricos del protestantismo venido a las
Américas desde el mundo anglosajón, hace que evaluemos esta penetración a
nuestro continente desde varios ángulos:
(1)
Se debe reconocer la predicación del evangelio y vida abnegada
de parte de pastores, misioneros y líderes eclesiásticos del comienzo de
nuestras iglesias protestantes latinoamericanas. Como tal sigue siendo algo
digno de encomio, un hecho por el cual debemos estar siempre agradecidos con el
Señor.
(2)
Se debe reconocer que tales esfuerzos produjeron un tipo de
iglesias y congregaciones de signo pietista y costumbrista, producto de una
evangelización incompleta sin reflexión en lo que hace al Señorío de Cristo
sobre las naciones y cultura toda. La famosa expresión de A. Kuyper: “No hay
una pulgada cuadrada en todo el dominio de nuestra existencia humana sobre la
cual Cristo, que es soberano, sobre todo, no diga: es mía”, no era ciertamente
un cimiento reformado o calvinista dado a conocer en nuestras iglesias. Desde
el siglo XIX, los primeros misioneros habían abandonado el enfoque calvinista
tanto del lado presbiteriano y bautista. Era apenas lógico que enfoques como el
dispensacionalismo evangélico no pudiese tomar en cuanta toda la vida en su
programa misionero y evangelizador. En otros términos, había un impedimento
lógico relativo a la inclusión de estudios y análisis bíblico-teológicos para
evaluar los distintos desarrollos sociales y culturales como objetos de
transformación por medio del mensaje bíblico.
(3)
Muy a nuestro pesar, la falta de una mejor preparación
sólidamente académica y espiritual según la perspectiva protestante de la
Reforma del siglo XVI, desde nuestro pasado histórico más bien entorpeció el
hecho de no ser capaces de comprender el cómo y el porqué de los orígenes de
nuestra realidad social y cultural latinoamericanas. Considero que estas son razones por las
cuales no hemos logrado producir el impacto y la relevancia necesaria que de
suyo posee el mensaje bíblico, un mensaje que realmente toma en cuenta la
transformación de la cultura tal como ocurrió en el primer siglo de la era
cristiana por dar un solo ejemplo.
El faro de la
Reforma. Es obligatorio entonces que aquí mencionemos de nuevo la
Reforma protestante. Esta tuvo un gran impacto socio-cultural y eclesiástico
debido a que Lutero y demás reformadores supieron interpretar los signos de los
tiempos de forma profunda a partir de los desvíos de la Iglesia Papal y los
postulados humanistas del Renacimiento. Y, a tales tiempos, supieron aplicar el
remedio de la autoridad de las Escrituras, un remedio que tomó en cuenta que
Dios es soberano y Cristo su Ungido y Señor de toda la vida cultural la cual
incluía la vida política y eclesiástica. Por la gracia de Dios, el éxito de
Juan Calvino en Ginebra se debió a su enfoque integral del mensaje bíblico, el
cual fue aplicado a la vida de la iglesia, pero al mismo tiempo, tan poderoso
reflector fue dirigido a toda la cultura europea hasta transformarla haciendo
que la vida fuera más humana desde una perspectiva divina, algo históricamente
reconocido aún por escépticos e incrédulos.
Nuestra historia. Aplicando lo
anterior a nuestro mundo latinoamericano, la distancia cultural y económica
entre la oligarquía colonial autoritaria y opresora frente a un pueblo
analfabeto dominado se hacía ya cada vez más insoportable en el siglo XIX y a
comienzos del siglo XX. Los pueblos hispano-indios realmente no eran gobernados
sino dominados por sus gobernantes. Pero, si observamos con claridad,
esto no ha cambiado. Se mantiene la misma situación en las presentes
estructuras de la vida social, política y económica de todos los países
hispanohablantes incluyendo a Brasil. La dialéctica de “Señor-esclavo” que
continúa reinando en América Latina por medio de mentiras y engaños de todo
tipo, es uno de los lastres más atípicos, se extiende a la sociedad entera y se
manifiesta todavía en las distintas estructuras de nuestras actuales
organizaciones político-sociales. El dirigente político tradicional es criado y
educado académicamente no para servir, sino para ejercer dominio
aún por encima de la justicia y de lo que debe a sus gobernados. Este
viejo estilo íbero ciertamente sigue lejos de las enseñanzas bíblicas acerca
del significado del poder político como concesión dada por Dios al hombre.
Por otra parte, no
entender que América Latina todavía continúa en una especie de feudalismo
donde existen decenas de terratenientes y capitalistas sin alma y corazón
acostumbrados a dominar y a mantener a sus trabajadores bajo esclavitud
económica, es algo que la propia Palabra de Dios condena. Santiago se refiere a
este tipo de situación cuando escribió: ¿No os oprimen los ricos, y no son
ellos los mismos que os arrastran a los tribunales?... Porque juicio sin
misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia
triunfa sobre el juicio” (Sgo. 2:5,13). Desde luego que aquí no estamos
desaprobando al hombre rico por ser rico, sino por su incredulidad, por sus
injusticias que van contra Dios y su prójimo. Acordémonos de lo que Jesús
enseñara acerca del rico y Lázaro (Lc. 16:19-31).
La Escritura como punto de referencia.
Del mismo modo, sería un ejercicio interesante e indispensable analizar la
legislación hebrea y judía según el Antiguo Testamento para estudiar y enseñar
aquellas partes que continúan teniendo aplicabilidad ética y moral. Todas estas
temáticas bíblicas, con seguridad que contienen profundos y buenos aportes para
intentar mejores desarrollos políticos, económicos y educacionales, como, por ejemplo,
el jubileo. [1] Un estudio a profundidad de
la Ley moral de Dios bajo los enfoques de los Estándares de Westminster por
ejemplo, sumado a otros trabajos dentro el marco de la ley y la política según
la tradición protestante reformada, ayudaría muchísimo como filosofía de vida a
nuestros decaídos pueblos. Es algo que debe comenzar con nosotros en lo
personal, hacerlo un estilo de vida en nuestras iglesias y luego influir por
medio de la educación académica hasta encarnarlo en las estructuras que componen
nuestra cultura y sociedades.
Nos daremos cuenta
que no basta con una espiritualización del mensaje bíblico como es nuestra
costumbre; es menester entonces que desarrollemos un marco escritural-teológico
suficientemente profundo, así como una filosofía cristiana de vida que
toma en cuenta la realidad cultural a fin de intentar ajustarla dentro del
ideal ético y moral enseñado en las Sagradas Escrituras. De esta manera
podríamos obtener un mejor perfil del significado de la justicia y la
honestidad como banderas de cambio en la vida del hombre iberoamericano.
Desafío marxista y
cristianismo. Por otro lado, debemos estar conscientes de que, en cambio,
el mensaje marxista sí trata con los temas bajo mención. ¿Por qué no lo estamos
haciendo nosotros? Aquí se impondría una teología de la transformación cultural
basada en la autoridad de las Escrituras. Urge entonces desarrollar un papel
protagónico y relevante que promueva a base de sabiduría bíblica verdaderas
transformaciones en nuestras naciones. Pero para esto se debe trabajar mucho,
leer mucho, orar mucho, comunicar mucho y estudiar mucho a aquellos autores que
han elaborado una teología de la transformación cultural que toma en primer
lugar al hombre en cuanto pecador y necesitado de Dios y de la
justificación en Cristo. [2] En mi
opinión, es bastante acertado y notable lo que Hendrikus Berkhof denomina “la
santificación de las estructuras”, pero claro, se implica primero la
santificación del hombre en lo personal e individual.
Si bien desde inicios del siglo XX, se ha
producido un importante crecimiento en la membrecía de las denominaciones e
iglesias establecidas en América Latina, por otro lado, también es cierto que
las “transformaciones” personales o conversiones a la fe bíblica no logran
incidir lo suficiente. Esto se debe a su naturaleza de corte escapista y
utópica como ha quedado dicho, pues se apartan de la realidad
socio-cultural. Gran error ha sido el de adorar a Dios con menosprecio del
propio mundo y cultura, una cultura que en el fondo es Dios mismo quien la ha
forjado y la sigue modelando hasta que se produzca el clímax de su perfecta renovación
en la maravillosa realidad de la consumación de su reino eterno bajo
Cristo.
El talón de Aquiles
del protestantismo. Un problema que debemos reconocer dentro del protestantismo
lusitano e hispanoamericano ha sido su característico divisionismo, individualismo
y caudillismo unido a la proverbial pobreza teológica y filosófica,
rezagos de la misma cultura íbera. En conjunto, todo esto fue lo que produjo un
enorme vacío cultural y moral que continúa siendo aprovechado por las fuerzas
ideológicas e intelectuales del secularismo, el materialismo dialéctico de
Marx, el ateísmo marxista-leninista y stalinista exportado a América Latina.
Por todo lo
anterior, y a manera de tesis, propongo que se estudie la antropología
cultural e histórica latinoamericana. Esta nos permitirá reaccionar
inteligente, bíblica y eficazmente en
contra de unas estructuras y sistemas políticos y económicos destructivos que
hasta hoy hacen de las suyas y que hay que sanear con el mensaje bíblico. Son
estas mismas stoicheas (gr. tradiciones, sistemas) que desde la
conquista y emancipación permanecen incólumes en lo relacionado con la
injusticia, dolor y muerte que causan en la vida de cientos de miles de
latinoamericanos, producto del autoritarismo social y político de antaño. Los
viejos esquemas del pecado personal-individual y socio-cultural continúan
intactos. Esta es una razón del por qué el marxismo, el comunismo y el
socialismo, todavía se presentan como una amenaza de nuestras libertades cuando
hay elecciones a la presidencia. Pero, por otra parte, tampoco significa que el
sistema capitalista sea perfecto e inmaculado. Como tal también es un hijo del
liberalismo humanista, el cual de forma libre puede influir, pero no
puede determinar nuestra libertad y control emocional-espiritual; pues
el cristiano puede mirar más allá de toda circunstancia abusadora que el mismo
sistema capitalista puede llegar a producir al no estar sujeto a Cristo. Sólo
en la medida en que el capitalismo que como “emperador sin ropa” sea vestido
con el ropaje cristiano y bíblico, podemos decir que existe una verdadera
humanización o si acaso cristianización del dinero y la propiedad. El capitalismo,
a mi juicio requiere una renovación en su estructura. Esta sería la manera de
hacer que el comunismo marxista no triunfara en nuestros decaídos pero
esperanzados países.
Bogotá, enero 18 de 2018
Notas
_____________________________________________________________________________
[1]. Para comenzar, podríamos estudiar la tesis de Christopher J.
H. Wright, Viviendo como pueblo de Dios: La relevancia de la ética del
Antiguo Testamento (Barcelona, España, Publicaciones Andamio, 1996).
[2]. Entre algunos autores que ofrecieron y ofrecen hoy una
teología de la transformación tenemos a Agustín de Hipona, Juan Calvino,
Abraham Kuyper, Klaas Schilder, Evan Runner, John R. Rushdoony, Richard
Bauckham, Francis A. Schaeffer, Vishal Mangalwadi, Darrow Miller, Brian J.
Walsh, J. Richard Middleton entre otros.
Muy bueno!
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