martes, 23 de enero de 2018

Marxismo y protestantismo frente al dolor y el clamor de América Latina



Por Mario Cely
  

Debemos decir sin temor a equívocarnos que el marxismo y las distintas ideas del comunismo y del socialismo anidaron en suelo latinoamericano con gran virulencia por una razón que bien podemos llamar fundamental: porque el protestantismo —y sus muchas variantes— no descifró en el pasado y tampoco hoy, la dialéctica histórica que dio vida a la antropología cultural que implica el hecho político, social y religioso de nuestros pueblos. Pero el marxismo-leninista latinoamericano sí ha entendido dicha dialéctica. Aquí, podríamos decir, radica el éxito de los comunistas, porque han sabido emplear de forma astuta la herramienta del marxismo ateo y materialista, una especie de “evangelio” o instrumento capaz de convencer a multitudes que aguardan con fe religiosa y esperanza un futuro mejor en este mundo y no en el más allá. Y claro, esto es ¡propaganda! Propaganda que produce resultados.
Ahora bien, nos equivocamos al creer que el marxismo no estudia bien los problemas humanos y a la sociedad en cuanto a una realidad que se compone de injusticias, engaños y grandes robos, lastres igualmente producidos por cada sistema político e ideológico como el conservadurismo y el liberalismo, como la extrema derecha y la extrema izquierda.

Los desarrollos históricos del protestantismo en suelo latinoamericano. Consecuentemente, una mirada a los desarrollos históricos del protestantismo venido a las Américas desde el mundo anglosajón, hace que evaluemos esta penetración a nuestro continente desde varios ángulos:

(1)   Se debe reconocer la predicación del evangelio y vida abnegada de parte de pastores, misioneros y líderes eclesiásticos del comienzo de nuestras iglesias protestantes latinoamericanas. Como tal sigue siendo algo digno de encomio, un hecho por el cual debemos estar siempre agradecidos con el Señor.
 
(2)   Se debe reconocer que tales esfuerzos produjeron un tipo de iglesias y congregaciones de signo pietista y costumbrista, producto de una evangelización incompleta sin reflexión en lo que hace al Señorío de Cristo sobre las naciones y cultura toda. La famosa expresión de A. Kuyper: “No hay una pulgada cuadrada en todo el dominio de nuestra existencia humana sobre la cual Cristo, que es soberano, sobre todo, no diga: es mía”, no era ciertamente un cimiento reformado o calvinista dado a conocer en nuestras iglesias. Desde el siglo XIX, los primeros misioneros habían abandonado el enfoque calvinista tanto del lado presbiteriano y bautista. Era apenas lógico que enfoques como el dispensacionalismo evangélico no pudiese tomar en cuanta toda la vida en su programa misionero y evangelizador. En otros términos, había un impedimento lógico relativo a la inclusión de estudios y análisis bíblico-teológicos para evaluar los distintos desarrollos sociales y culturales como objetos de transformación por medio del mensaje bíblico.

(3)   Muy a nuestro pesar, la falta de una mejor preparación sólidamente académica y espiritual según la perspectiva protestante de la Reforma del siglo XVI, desde nuestro pasado histórico más bien entorpeció el hecho de no ser capaces de comprender el cómo y el porqué de los orígenes de nuestra realidad social y cultural latinoamericanas.  Considero que estas son razones por las cuales no hemos logrado producir el impacto y la relevancia necesaria que de suyo posee el mensaje bíblico, un mensaje que realmente toma en cuenta la transformación de la cultura tal como ocurrió en el primer siglo de la era cristiana por dar un solo ejemplo.
 
El faro de la Reforma. Es obligatorio entonces que aquí mencionemos de nuevo la Reforma protestante. Esta tuvo un gran impacto socio-cultural y eclesiástico debido a que Lutero y demás reformadores supieron interpretar los signos de los tiempos de forma profunda a partir de los desvíos de la Iglesia Papal y los postulados humanistas del Renacimiento. Y, a tales tiempos, supieron aplicar el remedio de la autoridad de las Escrituras, un remedio que tomó en cuenta que Dios es soberano y Cristo su Ungido y Señor de toda la vida cultural la cual incluía la vida política y eclesiástica. Por la gracia de Dios, el éxito de Juan Calvino en Ginebra se debió a su enfoque integral del mensaje bíblico, el cual fue aplicado a la vida de la iglesia, pero al mismo tiempo, tan poderoso reflector fue dirigido a toda la cultura europea hasta transformarla haciendo que la vida fuera más humana desde una perspectiva divina, algo históricamente reconocido aún por escépticos e incrédulos.

Nuestra historia. Aplicando lo anterior a nuestro mundo latinoamericano, la distancia cultural y económica entre la oligarquía colonial autoritaria y opresora frente a un pueblo analfabeto dominado se hacía ya cada vez más insoportable en el siglo XIX y a comienzos del siglo XX. Los pueblos hispano-indios realmente no eran gobernados sino dominados por sus gobernantes. Pero, si observamos con claridad, esto no ha cambiado. Se mantiene la misma situación en las presentes estructuras de la vida social, política y económica de todos los países hispanohablantes incluyendo a Brasil. La dialéctica de “Señor-esclavo” que continúa reinando en América Latina por medio de mentiras y engaños de todo tipo, es uno de los lastres más atípicos, se extiende a la sociedad entera y se manifiesta todavía en las distintas estructuras de nuestras actuales organizaciones político-sociales. El dirigente político tradicional es criado y educado académicamente no para servir, sino para ejercer dominio aún por encima de la justicia y de lo que debe a sus gobernados. Este viejo estilo íbero ciertamente sigue lejos de las enseñanzas bíblicas acerca del significado del poder político como concesión dada por Dios al hombre.

Por otra parte, no entender que América Latina todavía continúa en una especie de feudalismo donde existen decenas de terratenientes y capitalistas sin alma y corazón acostumbrados a dominar y a mantener a sus trabajadores bajo esclavitud económica, es algo que la propia Palabra de Dios condena. Santiago se refiere a este tipo de situación cuando escribió: ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales?... Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio” (Sgo. 2:5,13). Desde luego que aquí no estamos desaprobando al hombre rico por ser rico, sino por su incredulidad, por sus injusticias que van contra Dios y su prójimo. Acordémonos de lo que Jesús enseñara acerca del rico y Lázaro (Lc. 16:19-31). 

 La Escritura como punto de referencia. Del mismo modo, sería un ejercicio interesante e indispensable analizar la legislación hebrea y judía según el Antiguo Testamento para estudiar y enseñar aquellas partes que continúan teniendo aplicabilidad ética y moral. Todas estas temáticas bíblicas, con seguridad que contienen profundos y buenos aportes para intentar mejores desarrollos políticos, económicos y educacionales, como, por ejemplo, el jubileo. [1] Un estudio a profundidad de la Ley moral de Dios bajo los enfoques de los Estándares de Westminster por ejemplo, sumado a otros trabajos dentro el marco de la ley y la política según la tradición protestante reformada, ayudaría muchísimo como filosofía de vida a nuestros decaídos pueblos. Es algo que debe comenzar con nosotros en lo personal, hacerlo un estilo de vida en nuestras iglesias y luego influir por medio de la educación académica hasta encarnarlo en las estructuras que componen nuestra cultura y sociedades.

Nos daremos cuenta que no basta con una espiritualización del mensaje bíblico como es nuestra costumbre; es menester entonces que desarrollemos un marco escritural-teológico suficientemente profundo, así como una filosofía cristiana de vida que toma en cuenta la realidad cultural a fin de intentar ajustarla dentro del ideal ético y moral enseñado en las Sagradas Escrituras. De esta manera podríamos obtener un mejor perfil del significado de la justicia y la honestidad como banderas de cambio en la vida del hombre iberoamericano.

Desafío marxista y cristianismo. Por otro lado, debemos estar conscientes de que, en cambio, el mensaje marxista sí trata con los temas bajo mención. ¿Por qué no lo estamos haciendo nosotros? Aquí se impondría una teología de la transformación cultural basada en la autoridad de las Escrituras. Urge entonces desarrollar un papel protagónico y relevante que promueva a base de sabiduría bíblica verdaderas transformaciones en nuestras naciones. Pero para esto se debe trabajar mucho, leer mucho, orar mucho, comunicar mucho y estudiar mucho a aquellos autores que han elaborado una teología de la transformación cultural que toma en primer lugar al hombre en cuanto pecador y necesitado de Dios y de la justificación en Cristo. [2] En mi opinión, es bastante acertado y notable lo que Hendrikus Berkhof denomina “la santificación de las estructuras”, pero claro, se implica primero la santificación del hombre en lo personal e individual. 

 Si bien desde inicios del siglo XX, se ha producido un importante crecimiento en la membrecía de las denominaciones e iglesias establecidas en América Latina, por otro lado, también es cierto que las “transformaciones” personales o conversiones a la fe bíblica no logran incidir lo suficiente. Esto se debe a su naturaleza de corte escapista y utópica como ha quedado dicho, pues se apartan de la realidad socio-cultural. Gran error ha sido el de adorar a Dios con menosprecio del propio mundo y cultura, una cultura que en el fondo es Dios mismo quien la ha forjado y la sigue modelando hasta que se produzca el clímax de su perfecta renovación en la maravillosa realidad de la consumación de su reino eterno bajo Cristo.

El talón de Aquiles del protestantismo. Un problema que debemos reconocer dentro del protestantismo lusitano e hispanoamericano ha sido su característico divisionismo, individualismo y caudillismo unido a la proverbial pobreza teológica y filosófica, rezagos de la misma cultura íbera. En conjunto, todo esto fue lo que produjo un enorme vacío cultural y moral que continúa siendo aprovechado por las fuerzas ideológicas e intelectuales del secularismo, el materialismo dialéctico de Marx, el ateísmo marxista-leninista y stalinista exportado a América Latina.  

Por todo lo anterior, y a manera de tesis, propongo que se estudie la antropología cultural e histórica latinoamericana. Esta nos permitirá reaccionar inteligente, bíblica y eficazmente  en contra de unas estructuras y sistemas políticos y económicos destructivos que hasta hoy hacen de las suyas y que hay que sanear con el mensaje bíblico. Son estas mismas stoicheas (gr. tradiciones, sistemas) que desde la conquista y emancipación permanecen incólumes en lo relacionado con la injusticia, dolor y muerte que causan en la vida de cientos de miles de latinoamericanos, producto del autoritarismo social y político de antaño. Los viejos esquemas del pecado personal-individual y socio-cultural continúan intactos. Esta es una razón del por qué el marxismo, el comunismo y el socialismo, todavía se presentan como una amenaza de nuestras libertades cuando hay elecciones a la presidencia. Pero, por otra parte, tampoco significa que el sistema capitalista sea perfecto e inmaculado. Como tal también es un hijo del liberalismo humanista, el cual de forma libre puede influir, pero no puede determinar nuestra libertad y control emocional-espiritual; pues el cristiano puede mirar más allá de toda circunstancia abusadora que el mismo sistema capitalista puede llegar a producir al no estar sujeto a Cristo. Sólo en la medida en que el capitalismo que como “emperador sin ropa” sea vestido con el ropaje cristiano y bíblico, podemos decir que existe una verdadera humanización o si acaso cristianización del dinero y la propiedad. El capitalismo, a mi juicio requiere una renovación en su estructura. Esta sería la manera de hacer que el comunismo marxista no triunfara en nuestros decaídos pero esperanzados países.

Bogotá, enero 18 de 2018

Notas
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[1]. Para comenzar, podríamos estudiar la tesis de Christopher J. H. Wright, Viviendo como pueblo de Dios: La relevancia de la ética del Antiguo Testamento (Barcelona, España, Publicaciones Andamio, 1996).

[2]. Entre algunos autores que ofrecieron y ofrecen hoy una teología de la transformación tenemos a Agustín de Hipona, Juan Calvino, Abraham Kuyper, Klaas Schilder, Evan Runner, John R. Rushdoony, Richard Bauckham, Francis A. Schaeffer, Vishal Mangalwadi, Darrow Miller, Brian J. Walsh, J. Richard Middleton entre otros.

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