Por Alberto
Mansueti
Todos los años, el cuarto jueves de
cada Noviembre se celebra en EEUU el Día de Acción de Gracias, con tremenda
comida. ¿Qué festejan? ¡La salvación del socialismo!
Los “Peregrinos del Mayflower”
comenzaron con mal pie su vida en América, nos cuenta William Bradford, el
segundo Gobernador, en su libro “En la Plantación Plymouth”. Los “puritanos”
llegados en 1620 fueron al principio víctimas de la falsa creencia de que la
Biblia predicaba la comunidad de bienes. Así se pasaron dos años sin propiedad
privada, con “tierras comunales”, hambre y frío, cosechas pobres y nada de
comer. Pero en 1623 cambiaron de sistema, y comieron hasta saciarse, y dieron
gracias a Dios por primera vez. ¿Cuál fue el cambio? Que entendieron
correctamente sus Biblias.
En el Evangelio de Mateo, al final
del Capítulo 6, Jesús explica que lo malo no es la riqueza sino el afán por la
riqueza. Riqueza es lo que sirve para vivir: para comer, beber, vestirse,
calzarse y abrigarse; nada hay de malo en estas cosas, todas son buenas. Lo
malo es el afán por la riqueza, vivir para lo material en lugar de tener lo
material para vivir. Pero eso le puede pasar a un rico tanto como a un pobre
que vive afanoso; y de hecho le pasa a la gente pobre: vive atribulada, y por
eso es malo ser pobre. ¿Qué hacer entonces? Jesús concluye así: buscar “primero
el Reino de Dios y su justicia”, y serán “añadidas todas estas cosas”; ¿cuáles
cosas? Pues comida, bebida, ropa y calzado, vivienda, etc.
Esta frase de Jesús, como muchas
otras suyas y de la Biblia en general, se interpretan exactamente al revés de
lo que dicen: como que “el Reino de Dios” es algo místico, no de este mundo.
Porque Jesús dijo que “Mi Reino no es de este mundo” (Juan 18:36). Lo que Jesús
dijo a Pilato fue que Su Reino no venía de este mundo sino de los Alto; pero es
¡para este mundo! Y Pablo dijo que el Reino de Dios “no tiene que ver con
comida ni bebida” (Romanos 14:17), pero hablaba ¡de comida kosher!
Los colonos del Mayflower
entendieron por fin qué es el “Reino de Dios”. Es la sujeción a la Voluntad del
Padre para el hombre, tanto en el plano individual, como en lo social y
político. ¿Y cuál es esa Voluntad? Pues en lo individual, la salvación; y eso
es “por gracia y mediante la fe” (Efesios 2:8). Pero el “Reino de Dios” también
es un orden político, para las naciones, a fin de que la gente pueda “vivir en
paz y de forma sosegada” (I Timoteo 2:2), sin afanes y ansiedades. Por eso hay
que “buscar primero”.
En el Antiguo Testamento este orden
político va “de primero”: es el Gobierno Limitado (de los Jueces), descrito con
detalle en los cinco primeros libros, “Pentateuco”, en hebreo “Torah” (Ley),
Cinco Libros de Moisés. Los otros 34 libros, “los Profetas y los Salmos”, son
libros históricos y “sapienciales” además de proféticos, y van después. Esto
nos da la idea de las prioridades. De hecho los 11 libros
siguientes, de Éxodo a Nehemías, enseñan que si la nación se ajusta a este
orden político tendrá paz y seguridad, y prosperidad, pero no en caso
contrario. Luego, en los libros de los Profetas, hay dos temas centrales: para
los individuos, la salvación; y para las naciones, la justa Ley de Dios, con su
sistema perfecto de Gobierno. O sea: el Reino de Dios.
En este orden social, la propiedad
privada es clave. Y la ayuda a los pobres no cabe a los Gobiernos sino a las
personas, a las familias, y las iglesias. Tampoco es una limosna para salir del
paso; es un préstamo de caridad (o sea: sin cobro de intereses), para que el
pobre se rehabilite y no se quede en la pobreza. Así lo hacen hoy las sinagogas
con los judíos pobres, por eso no hay judío (observante) pobre.
Las Iglesias hoy no lo ven así. No
enseñan sobre el orden político que Dios quiere en las naciones. No le dan
importancia; no lo buscan “de primero”. ¿Qué buscan de primero? Si vemos sus
enseñanzas, cuatro cosas para los cristianos: (1) familias sólidas y
armoniosas; (2) empresas prósperas; (3) educación con valores; y (4) Iglesias
según el Nuevo Testamento. ¿Y eso está mal? No. Pero todo eso es para darse
“por añadidura”. Está mal creer que el orden político es indiferente, y que
esos objetivos se pueden tener bajo el estatismo. No es lo que dice la Biblia.
Las Iglesias hacen como si Dios se hubiera equivocado al dar primera prioridad
al Reino, a su justicia y sus leyes; y a ponerlo así en su Revelación escrita.
Pero Dios está en lo cierto, y las
Iglesias se equivocan. La realidad, que bien leída es la “revelación general”,
complemento de la especial, le da a Dios toda la razón: bajo el estatismo, lo
que tenemos es pobreza por doquier, gente afanada y ansiosa, y en consecuencia
familias atribuladas y rotas, y educación estatista inculcando anti-valores a
niños y jóvenes, e Iglesias pobres, infiltradas por filosofías paganas de toda
clase, e incapacitadas para cumplir sus responsabilidades sociales. No pueden
ser “luz para el mundo” si están a oscuras. Quiera Dios que las Iglesias
rectifiquen, como la de Plymouth, y busquen de primero el Reino de Dios, para
que lo podamos tener, y todas las demás cosas “por añadidura”.
Grupo Presbiterianos Reformados
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