martes, 20 de diciembre de 2016

Una clara relación entre la moralidad y la libertad.

Por Islem Arellano M.

Si fueren destruidos los fundamentos, ¿Qué ha de hacer el justo? Salmo 11:3

En “El libro que dio forma al mundo”, el filósofo hindú más influyente del mundo, a saber Vishal Mangalwadi relata, que después de pasar un buen tiempo en la zona rural de su país, en el pueblo de Gatheora, en 1976, las mismas personas de religión islamita a quienes estaban enseñando como mantenerse sanos, le expresaron su más considerada opinión acerca de los misioneros: __ustedes los cristianos son muy inmorales, andan con sus esposas tomados de la mano, cuando, por ejemplo, nuestras esposas caminan por lo menos tres metros detrás de nosotros. Usted lleva a su cuñada al mercado en motocicleta. Nuestras esposas son demasiado modestas como para sentarse en nuestras bicicletas y se cubren la cara cerca de nuestros padres, tíos y hermanos mayores__.

A la anterior recriminación de los lugareños, uno de los misioneros (hermano del autor citado), respondió lo siguiente: __Vamos muchachos, ustedes saben que la verdad es justo lo contrario; que ustedes no permiten que sus esposas se descubran la cara frente a sus padres, tíos y hermanos porque simplemente no confían en ellos, ni tampoco en sus esposas. Yo permito que mi esposa vaya al mercado con mi hermano porque confío en ella y también en mi hermano. Nuestras esposas pueden andar en el campo con nosotros y conversar en casa con ustedes porque tenemos patrones morales más altos. Encadenan a sus esposas a la cocina y ocultan sus rostros tras un velo porque los inmorales son ustedes__.

La historia nos enseña una y otra vez que la base moral en la que el principio de la libertad de un pueblo está basado, determina contundentemente el tipo de libertad o esclavitud que impera en los diversos sectores sociales que forman dicha sociedad. En otras palabras, si se derriba el fundamento bíblico cómo la base para la moralidad contenida en una constitución, en los derechos humanos, derechos de los niños, derechos de la mujer y estos llegan a fundamentarse en el ser humano mismo y no en un código más alto (la Biblia), el resultado siempre va a ser el contrario del que se busca: opresión de los más débiles por medio de grupos tiranos y que se suscriben como más importantes en cuanto al merecer uno u otro derecho sobre los demás. Nótese cómo los grupos practicantes de un marxismo cultural en nuestra sociedad comienzan a demarcarse en los ámbitos político, social, económico, legislativo, laboral…y a exigirle a todo el mundo que sus derechos son superiores a los de los demás, muchas veces bajo una bandera multicolor cuya insignia principalmente exige a gritos la no discriminación.

Pero Mangalwadi aún nos cuenta la historia de cómo comenzó todo este mal trato a las mujeres entre los practicantes del islam: el profeta Mahoma hizo una visita a su hijo adoptivo muy estimado Zaid, quien fue el tercer convertido a dicha religión, pero solo su hermosa esposa estaba en casa y cuando ella abrió la puerta, Mahoma exclamó: __Señor de gracia, ¡santo cielo!, ¡cómo agitas los corazones de los hombres!

Tiempo después el hijo del “profeta” le visitó para ofrecerle divorciarse de su esposa y entregársela en sumisión a su padre, lo cual más tarde se llevó a cabo. Así, desde el principio, el mundo islámico aprendió que era más seguro cubrir la belleza de la mujer de uno antes de lamentarlo, permitiendo el declive de la moralidad bajo las visiones de un loco fundador de una religión de muerte y retirándole la dignidad que Dios entregó a las mujeres junto al amor incondicional de sus esposos.

No debe olvidarse esta estrecha relación entre la moral y la libertad de un pueblo, hacerlo así es negarle a las generaciones futuras conocer verdaderamente la libertad que Dios ha dado por medio de su Hijo Jesucristo y de quienes trabajan para el avance de su Reino.

By Presbiterianos Reformados

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