Por Islem Arellano M.
Si fueren destruidos los fundamentos, ¿Qué ha de hacer el
justo? Salmo 11:3
En “El libro que dio forma al mundo”,
el filósofo hindú más influyente del mundo, a saber Vishal Mangalwadi relata,
que después de pasar un buen tiempo en la zona rural de su país, en el pueblo
de Gatheora, en 1976, las mismas personas de religión islamita a quienes
estaban enseñando como mantenerse sanos, le expresaron su más considerada
opinión acerca de los misioneros: __ustedes los cristianos son muy inmorales,
andan con sus esposas tomados de la mano, cuando, por ejemplo, nuestras esposas
caminan por lo menos tres metros detrás de nosotros. Usted lleva a su cuñada al
mercado en motocicleta. Nuestras esposas son demasiado modestas como para
sentarse en nuestras bicicletas y se cubren la cara cerca de nuestros padres,
tíos y hermanos mayores__.
A la anterior recriminación de los
lugareños, uno de los misioneros (hermano del autor citado), respondió lo
siguiente: __Vamos muchachos, ustedes saben que la verdad es justo lo
contrario; que ustedes no permiten que sus esposas se descubran la cara frente
a sus padres, tíos y hermanos porque simplemente no confían en ellos, ni
tampoco en sus esposas. Yo permito que mi esposa vaya al mercado con mi hermano
porque confío en ella y también en mi hermano. Nuestras esposas pueden andar en
el campo con nosotros y conversar en casa con ustedes porque tenemos patrones
morales más altos. Encadenan a sus esposas a la cocina y ocultan sus rostros
tras un velo porque los inmorales son ustedes__.
La historia nos enseña una y otra
vez que la base moral en la que el principio de la libertad de un pueblo está basado,
determina contundentemente el tipo de libertad o esclavitud que impera en los
diversos sectores sociales que forman dicha sociedad. En otras palabras, si se
derriba el fundamento bíblico cómo la base para la moralidad contenida en una
constitución, en los derechos humanos, derechos de los niños, derechos de la
mujer y estos llegan a fundamentarse en el ser humano mismo y no en un código
más alto (la Biblia), el resultado siempre
va a ser el contrario del que se busca: opresión de los más débiles por medio
de grupos tiranos y que se suscriben como más importantes en cuanto al merecer
uno u otro derecho sobre los demás. Nótese cómo los grupos practicantes de un
marxismo cultural en nuestra sociedad comienzan a demarcarse en los ámbitos
político, social, económico, legislativo, laboral…y a exigirle a todo el mundo
que sus derechos son superiores a los de los demás, muchas veces bajo una
bandera multicolor cuya insignia principalmente exige a gritos la no
discriminación.
Pero Mangalwadi aún nos cuenta la historia
de cómo comenzó todo este mal trato a las mujeres entre los practicantes del
islam: el profeta Mahoma hizo una visita a su hijo adoptivo muy estimado Zaid,
quien fue el tercer convertido a dicha religión, pero solo su hermosa esposa
estaba en casa y cuando ella abrió la puerta, Mahoma exclamó: __Señor de
gracia, ¡santo cielo!, ¡cómo agitas los corazones de los hombres!
Tiempo después el hijo del
“profeta” le visitó para ofrecerle divorciarse de su esposa y entregársela en
sumisión a su padre, lo cual más tarde se llevó a cabo. Así, desde el
principio, el mundo islámico aprendió que era más seguro cubrir la belleza de
la mujer de uno antes de lamentarlo, permitiendo el declive de la moralidad
bajo las visiones de un loco fundador de una religión de muerte y retirándole
la dignidad que Dios entregó a las mujeres junto al amor incondicional de sus
esposos.
By Presbiterianos Reformados
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