jueves, 19 de octubre de 2017

¿Por qué son necesarios los credos y confesiones, y como se produjeron?



 Por A. A. Hodge

Habiendo sido dadas, por inspiración de Dios, las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento son para el hombre en su estado actual, la única y todo-suficiente regla de fe y práctica. Esta palabra divina es, pues, la única norma de doctrina que tiene autoridad intrínseca para obligar la conciencia. Todas las demás normas son de valor y autoridad solo hasta donde enseñen lo mismo que enseñan las Escrituras.

Pero, es el deber inalienable de los hombres y una necesidad que, en el uso de sus facultades naturales y por los medios comunes de interpretación, llegar cada uno  a ciertas conclusiones al respecto de aquello que las Escrituras enseñan. Desde que todas las verdades concuerdan entre sí, en todas sus partes, y desde que la razón humana busca siempre e instintivamente reducir a una unidad y coherencia lógica todos los elementos de los conocimientos que busca adquirir, se sigue que los hombres están como obligados a construir, más o menos formalmente, un sistema de fe con los materiales presentados en las Escrituras. Todos los que estudian la Biblia hacen esto, necesariamente, con el propósito de comprender y coordinar su enseñanza; y por el lenguaje del que los estudiantes serios de la Biblia se sirven, en sus oraciones, y otros actos de culto y en su acostumbrada conversación religiosa, todos manifiestan que, de uno u otro modo, hallaron en las Escrituras un sistema de fe tan completo según le fue posible a cada uno de ellos. Si los hombres rechazan el auxilio ofrecido por las exposiciones de doctrina elaboradas y definidas vigorosamente por la iglesia, cada uno tendrá que hacer su propio credo, sin ayuda y confiando solo en su propia sabiduría.  La cuestión real entre la iglesia y los impugnadores de los credos humanos no es, como ellos muchas veces dicen, una cuestión entre la Palabra de Dios y los credos de los hombres, sino una cuestión entre la fe probada del cuerpo colectivo del pueblo de Dios y el juicio privado y la sabiduría aislada del objetor individual. Así, como era de suponerse, fue que la iglesia procedió, muy lentamente, poco a poco, en esta obra de interpretar exactamente las Escrituras y la de definir las grandes doctrinas que componen el sistema de verdades reveladas en estas mismas Escrituras. Muchas veces la atención de la iglesia era llamada al estudio de una doctrina en una época, y en una época subsecuente el de otra; y a medida que progresaba gradualmente el rechazo de las verdades evangélicas, la iglesia hizo, en diversos periodos, exposiciones exactas del resultado de las nuevas adquisiciones y dio así al mundo nuevos credos y confesiones de fe con el fin de conservar la verdad, de instruir con ella al pueblo, y de diseminarla y defenderla contra las perversiones de los herejes y de los ataques de los incrédulos y, también, con el fin de tener en estos credos un lazo de fe y regla común para la enseñanza y la disciplina.

Los credos antiguos de la iglesia (universal) derivaron de los primeros cuatro Concilios Ecuménicos o Generales, a excepción de aquel que es llamado el Credo de los Apóstoles, formado gradualmente de las confesiones hechas en las ocasiones de Bautismo en las iglesias occidentales, y del Credo Atanasio, su autor, no se sabe por quién, ni dónde. La gran confesión autorizada por la iglesia papal fue producida por el Concilio Ecuménico reunido en Trento, en 1545. La mayoría de las principales confesiones se deben a personas individuales o a pequeños grupos de personas, por ejemplo, la Confesión de Augsburgo y la Apología, la Segunda Confesión Helvética, el Catecismo de Heidelberg, la antigua Confesión Escocesa, los Treinta y Nueve Artículos de la Iglesia de Inglaterra, etc. Dos, sin embargo, de las más valiosas y más generalmente aceptadas confesiones protestantes, fueron producidas por grandes y venerables asambleas de teólogos eruditos, a saber: los Cánones del Sínodo Internacional de Dort y la Confesión y los Catecismos de la Asamblea de Westminster.

Traducción al Español: AI. Lenin MDS
[10.10.16]

Tomado de: Esbozos de Teología, A. A. Hodge, pág. 146-148.

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