Por Rev. Augustus Nicodemus
L.
“Y
de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre
toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los
límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera,
palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de
nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de
vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos"(Hech 17: 26-28).
En estas palabras del apóstol Pablo a los filósofos estoicos y epicúreos del areópago de Atenas, a mediados de la década del 50 d.C., encontramos una síntesis de la visión cristiana de toda la realidad: vivimos en un mundo creado por Dios, el cual se encuentra cerca de nosotros, aunque muchos lo busquen como ciegos que tantean su camino. Es decir, vivimos en una realidad abierta.
Una de los cuadros más famosos del pintor inglés
Francis Bacon es "Cabeza IV", de 1949. Controvertido y excéntrico,
Bacon - no confundirlo con su homónimo, el filósofo Francis Bacon - se hizo
famoso por los cuadros de figuras humanas grotescas, desfiguradas y horrendas,
a veces mezcladas con animales. En opinión de Hans Rookmaaker, que fue profesor de
historia del arte en la Universidad Libre de Ámsterdam, "Los cuadros de
Bacon son como caricaturas de la humanidad, y no imágenes humorísticas. Son gritos de
desesperación por la pérdida de los valores y de la grandeza"(Arte Moderno y la muerte de una
Cultura, 1970).
Tomemos el cuadro anterior como una expresión de
los sentimientos más profundos de Bacon y de su generación, que es básicamente
la nuestra. ¿Qué
podemos aprender del hombre en la caja? ¿De qué modo percibe la realidad?
Primero, aunque exista una realidad a su alrededor,
sólo puede percibir como real lo que se encuentra dentro de la caja. Segundo, su mundo está
cerrado. Nada
entra y nada sale. Por lo
tanto, su grito es vacío. Nadie
lo oye. Tercero,
si existe una realidad más allá de la caja, y esta resuelve responder y
acercarse, el hombre en la caja no podría oírlo.
El cuadro de Bacon representa bien la situación del
hombre moderno después del período de la Ilustración y de la prevalencia del
cientificismo en la academia y posteriormente en la cultura occidental. Antes del llamado período
moderno, el conocimiento, las artes y la cultura en general eran influenciadas
por una visión del mundo y de una realidad moldeada por los principios y
valores del cristianismo. El cristianismo de la Reforma protestante, con su afirmación
de que el mundo fue creado por Dios y que funciona siguiendo la ley de la
causalidad, creada por Dios, había liberado la mente humana del miedo de
ofender a los dioses por la investigación del mundo y la naturaleza y había
deshecho la dualidad producto del gnosticismo. Todo esto contribuyó
significativamente al surgimiento de la cultura occidental y a un renovado
aprecio por las artes, a la par con el Humanismo.
Muchos de los grandes artistas, pintores, músicos,
escritores, científicos e investigadores de este período profesaban la fe en
Dios al mismo tiempo que se dedicaban a conocer, investigar, explorar y
desarrollar el mundo creado por Dios. Creían en un mundo gobernado por leyes
naturales, que al mismo tiempo era sostenido y susceptible de ser tocado por el
Creador, que providencialmente actuaba en el mundo, en la vida de las personas
y en la historia.
Sin embargo, con el advenimiento de la llamada edad
de la razón -mejor dicho, del racionalismo, a mediados del siglo diecisiete, el
hombre abandonó esta perspectiva y procedió a tratar de determinar la realidad
a través de los sentidos y la razón: sólo existe aquello que es perceptible por
los sentidos y comprobado por la razón. Como Dios no puede ser comprobado por estos
cánones, por más gentil que él fuese, fue invitado a retirarse del nuevo mundo
creado por el racionalismo. El hombre entonces procede a construir a su
alrededor una realidad cerrada, un mundo gobernado por la ley férrea de causa y
efecto, donde la realidad es sólo aquello que la razón y los sentidos pueden
percibir. El
hombre se cerró en una caja. Pero todo esto le era imperceptible, entonces,
dominado por la euforia de crear un admirable mundo nuevo, en el que habría de
establecerse y prevalecer por medio del cientificismo tecnológico.
Pasados tres siglos, el hombre comienza a sentir, hoy, los efectos inevitables de estar en la caja. Los signos de esto están en todo lugar: primero, en las artes, que en un intento de hallarle sentido a la realidad, resolvió saltar fuera de la caja, en protesta contra la visión reduccionista del positivismo del siglo XIX, sin embargo, sin saber con certeza lo que le espera en el exterior. Artistas como Francis Bacon, y muchos otros reflejan la desesperación y la angustia de las almas más sensibles que simplemente desistieron de entender y expresar la realidad de forma sintética y coherente.
La filosofía, igualmente, fue dominada por el existencialismo, que en sus más diversas líneas, invita al hombre a una experiencia fuera de la caja, experiencia que no tenga necesariamente sentido ni razón, y que no sea controlada por conceptos como cierto o falso, muy bien popularizado por el famoso cantante brasileño Roberto Carlos con la música emociones, en el que canta "si sufrí o si sonreí, lo importante es que viví emociones."
Surge la posmodernidad, que sin negar la realidad que de hecho contiene la caja, sin embargo, cuestiona la existencia de la propia caja, y –también porque no, la existencia del propio hombre y de la realidad a su alrededor.
Las antiguas propuestas religiosas, como el monismo religioso, que ve la realidad como si fuese un tejido único, como si todo fuera Dios y Dios fuera todo, resurge incluso dentro de la Cristiandad más amplia, como por ejemplo, en las 95 tesis de Matthew Fox, laico católico, clavadas en la misma puerta de Wittenberg en Alemania en 2006, donde dice en la tesis número seis: "La idea de que Dios está por encima o más allá del universo es falsa. Todo está en Dios y Dios está en todo”.
Todo esto, y otras cosas más, es el grito enorme del hombre en la caja. El hombre moderno ya no puede vivir dentro de ella. Quiere respuestas, quiere sentido, quiere razones, quiere ser oído.
¿Qué tiene que ver todo esto con los profesores,
maestros y alumnos universitarios? Creo que nuestro mayor desafío consiste en
dos puntos. En
primer lugar, percibir que buena parte de la desesperación y del vacío
existencial reinante el día de hoy en las mentes y corazones de profesores y
alumnos, a pesar de las grandes conquistas intelectuales, proviene de una
visión reducida de la realidad, una visión que puede muy bien ser ejemplificada
con la pintura de Francis Bacon.
Segundo, que tal vez deberíamos considerar el pasado y la historia y aprender con aquellos que, sin negar la intelectualidad, la objetividad científica y la respetabilidad académica, estaban preparados para aceptar que la realidad es más amplia y más profunda de lo que percibimos, vemos, oímos, tocamos y comprobamos. La caja debe abrirse. Hay un mundo maravilloso, rico, misterioso y plenamente satisfactorio allá afuera.
Traducción
al Español: AI Lenin MDS
[mendez0211@gmail.com]
No hay comentarios:
Publicar un comentario